Texto original escrito por Dra. Iliana López
Zaragoza.
No es el objetivo hablar de qué es el botox (toxina botulínica tipo A) ni cómo funciona, que supongo ya conocerán muchos de los lectores. En realidad hoy deseo aclarar y opinar respecto a algunas ideas preconcebidas y muy extendidas, que con frecuencia escucho en la calle y en la consulta.
De forma rápida habrá que recordar que la toxina botulínica actúa relajando los músculos faciales, al bloquear la trasmisión del impulso nervioso entre el nervio y el músculo. La toxina inhibe la
formación de acetilcolina, un neurotrasmisor responsable del impulso nervioso que causa la contracción muscular. Cuando desciende el efecto de la toxina el cuerpo vuelve a producir esa
acetilcolina, y por lo tanto vuelve la contracción y las arrugas de expresión bloqueadas.
Generalmente su efecto dura de 4 a 6 meses, y varía según el individuo, la actividad de sus músculos, la dosis usada y los músculos y puntos tratados. Lo normal es realizarse las infiltraciones
una o dos veces al año. Aunque puede empezar a utilizarse en personas antes de los 30 años, es más habitual a partir de los 35.
La toxina botulínica BOTOX® corrige las arrugas de expresión, dinámicas, producidas por los músculos hiperfuncionantes, rejuveneciendo al relajar la expresión y dejando una piel más suave y
tersa. Es también preventivo del envejecimiento, al evitar la formación de arrugas fijas y al detener la acción depresora de algunos músculos tratados, como el orbicular de los ojos que desciende
la cola de la ceja o el depresor del ángulo de la boca que desciende la comisura.
Pero aunque bien conocido tiene muy mala prensa y divulgación, siendo muy extendida la idea de que deja rostros inexpresivos y artificiales, cuando ESTO ES SÓLO EL EFECTO DE UN TRATAMIENTO MAL
HECHO, muchas veces a instancias del paciente, con dosis excesivas y muchas zonas tratadas. Una toxina botulínica bien administrada debe dejar rostros más relajados, sin aspecto de cansancio ni
de mal humor, pero manteniendo la expresividad. En realidad, cuando está bien realizado no debería ser evidente su aplicación.
Veamos esos prejuicios:
1. “El BOTOX® deja caras artificiales e inexpresivas”.
Cuando se utiliza en dosis excesivas, el BOTOX® ya no relaja, sino que paraliza los músculos tratados, perdiéndose la capacidad de gesticular y alterando la sinergia con otros músculos. El
problema es que esto suele deberse al gusto dudoso de muchos pacientes que solicitan una frente o un entrecejo sin una sola arruga, o con las cejas muy altas, a pesar de la opinión del
especialista que les avisa de la poca naturalidad de un tratamiento de este tipo. Con frecuencia los pacientes se quejan de que les ha quedado aún alguna arruga cuando gesticulan, relatando que
el botox no les ha hecho efecto.
Otros pacientes piensan que el BOTOX® “sube” estructuras como las cejas, de forma que "a más BOTOX® más suben" y hay que explicar una y otra vez que el músculo que sube las cejas es ese mismo
músculo frontal que causa las arrugas horizontales que desean borrar al completo. Un rostro sereno y rejuvenecido sin arrugas marcadas, estáticas, pero con capacidad de gesticular, de forma que
al intentar subir las cejas se pueda conseguir, aunque sea marcándose algunas suaves arrugas dinámicas, expresivas, mucho más finas ¿no es acaso un rostro natural y expresivo?). Todo esto hay que
hablarlo en la consulta y mi recomendación a los pacientes es que se dejen aconsejar, las caras deben ser bonitas tanto estáticas como al gesticular.
2. “El BOTOX® rellena”
El BOTOX® NO rellena, trata las arrugas de expresión debilitando los músculos, así corrige las arrugas del entrecejo, las de la frente o las patas de gallo. No es una alternativa a los rellenos,
hay arrugas que se tratan rellenándolas (como por ejemplo las de los surcos nasogenianos) pero otras no se corrigen sino sólo con BOTOX®, como las de la frente o entrecejo. Hay pacientes que no
quieren BOTOX®, porque piensan que queda artificial o que dura poco, pero el caso es que las arrugas de expresión dinámicas no tienen otro tratamiento. Lo que sí es habitual es asociar BOTOX® y
rellenos tipo ácido hialurónico, en zonas diferentes, o en asociación con acciones distintas, para rejuvenecer un rostro.
3. “A mí no me hace efecto el BOTOX®”
El BOTOX® siempre hace efecto cuando queremos relajar un músculo, otra cuestión es si esa acción de debilitamiento muscular va a servir para el resultado buscado, es decir, es una cuestión de
indicación, del caso que estemos tratando y del plan de acción.Es cierto que habrá ocasiones en que el BOTOX® haga más efecto que otras, y que por supuesto, el efecto de la toxina será mejor si
los músculos no son demasiado hiperfuncionantes, pero no es en ningún modo cierto que en algunos pacientes no tenga acción la toxina. El BOTOX® “sirve para lo que sirve pero sólo para lo que
sirve”.
4. "Cuando se empieza un tratamiento con BOTOX® hay que seguir repitiéndolo siempre"
No necesariamente, aunque lo ideal es repetir las sesiones 1-2 veces al año, con periodicidad, a fin de mantener un resultado constante y que los músculos tratados no tengan ocasión de recuperar
su fuerza, hay pacientes que sólo se lo hacen para ocasiones especiales, a modo de tratamiento flash, o simplemente cuando no se sienten a gusto con su aspecto, de forma puntual.
5. "El BOTOX® causa adicción"
FALSO. Simplemente el BOTOX® favorece y rejuvenece, y eso da satisfacción a los pacientes, de forma que, cuando el efecto pasa, desean volver a estar así, no hay más. NO se genera ningún tipo de
sustancia adictiva y, rotundamente el efecto del BOTOX® es del todo reversible, de forma que cuando este efecto termina el aspecto es similar (y por supuesto mejor) al que se tenía previo al
tratamiento, no hay ningún tipo de secuela en los músculos tratados.
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